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De aquí para allá: Albarracín

Encarna Jiménez y Víctor de la Serna hablan de esta encantadora localidad turolense, de su historia y de lo que hay que hacer y visitar.

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Esta ciudad turolense, de 1000 habitantes, capital de comarca y con sede episcopal, está considerada como uno de los "pueblos más bonitos de España". Enclavada en la Sierra de su nombre que tuvo tradición de explotación de tierras y montes comunales (Montes Universales) ha estado poblada desde el epipaleolítico, también quedan restos celtíberos y romanos , pero su carácter defensivo, al estar protegida por el meandro del Guadalaviar y las murallas, hicieron de Albarracín una población típicamente medieval que conserva su estructura en el centro histórico.

Musulmanes (Taifa de Ibn Razin), cristianos (Los Azagra de Navarra) y las construcciones del S. XVI y XVIII, junto a una arquitectura popular muy definida y bien rehabilitada, hacen de este lugar una delicia –siempre que no coincidamos con centenares de visitantes en las mismas calles.

El centro

El día 30 de abril comienzan los Mayos a las 12 de la noche con la Rondalla en la puerta de la catedral. La Catedral . Estas canciones de primavera y amor se cantan por el Albarracín de los monumentos. A partir de la plaza Mayor y su Ayuntamiento, vamos hacia la Catedral y el Palacio Episcopal. Al final, la iglesia de Santa María de Oriente, de origen románico y lugar de conciertos.

También desde la Plaza podemos llegar al Portal de Molina con una calle maravillosa y estrecha que concluye en la casa de la Julianeta, de cubismo

sin pretensiones. Como la calle del Chorro que también va a parar a la Plaza. Para llegar hasta allí si venimos de Teruel, habremos pasado por dos o tres palacios datados entre el S. XIV y el XVIII (El hotel Azagra y la Casa Azul). Otro rincón que desemboca en la plaza es la Iglesia de Santiago .

Las murallas

Si queremos subir hasta el castillo por las murallas, podemos salir desde el Portal de Molina y recorrer la segunda muralla, la cristiana del S. XIII. Tendremos unas vistas excelentes. Aunque también hay miradores desde el centro donde se pueden ver las dos partes del meandro con sus grandes tajos. El que viene de la Sierra y el que va hacia Teruel..

Paseo fluvial

Muy bonito y refrescante, siguiendo el meandro y pasando por los molinos.

Acueducto romano rupestre

Aunque tiene su centro de interpretación en Gea de Albarracín. En la carretera que va a Teruel, podemos ver la increíble ingeniería romana y después árabe para llevar el agua desde Albarracín a Cella, en un acueducto excavado en la montaña.

¿Dónde comer?

Hospedería El Batán. Es un antiguo molino de agua en un lugar paradisíaco, que además de ocho habitaciones ofrece la magnífica cocina de Sebastián y María José Roselló. Productos serranos y unos toques prudentemente sofisticados: colmenillas de la sierra de Albarracín (que están en temporada justo ahora), fondue de foie-gras y jamón de Teruel, crujiente de cochinillo del Jiloca con puré trufado y confitura de cebolla roja, y para terminar un sorbete de mandarina, ron, 'bitter' Angostura y perfume de piel de naranja.

Tiempo de Ensueño. El otro gran restaurante de Albarracín... es el otro restaurante de los Roselló. La cocina es un poco más sencilla y menos costosa, pero de magnífico nivel: tartar de tomate con crema helada de aceite y jamón de Teruel, panaché de vegetales y chipirones, media paletilla de Ternasco de Aragón con 'cienhojas' de patata y panceta. De postre, una torrija de pan dormido con chocolate caliente y helado de turrón de Jijona.

El Buen Yantar. Es un restorantito con encanto que utiliza productos ecológicos y sirve platos como el hojaldre de espinacas, el timbal de morcilla, las migas, los canelones con setas, el pollo de corral con salsa de almendras o la torrija con chocolate caliente y helado de naranja.

Beber

La provincia de Teruel es mucho menos vitícola que sus hermanas aragonesas, Zaragoza y Huesca, pero algunos de sus vinos son notables, aunque casi desconocidos lejos de ella. En el extremo nordeste, el opuesto a la sierra de Albarracín, en Matarraña y Bajo Aragón, encontramos algunos vinos de interés. Por encima de todos, los blancos y tintos de Venta d'Aubert, hechos en Cretas desde hace casi 30 años, siempre en manos suizas.

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