Producir alimentos es un bien común, una actividad poco reconocida, tanto económica como socialmente para lo que representa: garantizar la soberanía alimentaria. Y es que desde las ciudades, grandes y pequeñas, por costumbre tendemos a olvidar que huevos, leche, pan, frutas y verduras, carnes o pescados, no crecen en los lineales de los supermercados, sino que más alla de los altos edificios hay un complejo sector, casi de precisión que produce todos esos alimentos básicos en nuestra cesta de la compra.
Algo parece ir cambiando esa percepción social de nuestro campo, a tenor de la reunión que todo un presidenciable al Gobierno mantenía esta semana con el conjunto de la cadena alimentaria, agricultores y ganaderos, industria, distribución, desarrollo rural, un gesto que más allá de la foto coloca al sector en el lugar estratégico que le corresponde en el conjunto de la economía y cohesión social de este país.
Pero,…….. este importante sector que ha tirado del país durante la crisis está viejo, y necesita sangre nueva para seguir alimentándonos. Necesita jóvenes que quieran dedicarse a la agricultura, ganadería o pesca. Y eso exige compromisos de Estado, incentivos y facilidades que fomenten el relevo generacional; vamos necesita fondos económicos.
Solo el 5-6% de los agricultores tienen hoy menos de 35 años, sin embargo hemos apreciado que las nuevas generaciones vienen pisando fuerte. Conocen las dificultades pero tienen ganas y conocimientos. Están formados saben de finanzas, de estrategia, de márketing, de manejo de recursos humanos, de nuevas tecnologías. Saben lo que quiere el nuevo consumidor y se reconocen como capaces de satisfacer sus demandas.
Están dispuestos a poner su conocimiento al servicio de ese bien común que es producir alimentos, con una estructura empresarial más rentable, dinámica, sostenible y con un papel más destacado en la comercialización.
Solo necesitan ese impulso, económico principalmente que les deje acceder a la liquidez necesaria para invertir en su incorporación al campo. Y ese impulso ha de ser un compromiso de todos, no solo via ayudas y subvenciones sino también via compra para que ese esfuerzo prometido desde las juventudes agrarias y las administraciones encuentre la acogida imprescindible en la apuesta de los consumidores por nuestro campo.
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