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La máquina del tiempo

Tras una experiencia inolvidable se acerca la vuelta a Madrid.

¡Cuatro días siendo puntual y el último me quedo dormida! "El tute que llevamos es lo que tiene", me dice Asier. Él tuvo un percance con su reloj y el cambio de hora el segundo día en Jerusalem y muy comprensivo me acompaña en el desayuno. El retraso nos ha permitido descansar unos minutos más nuestros gemelos y esperar a Manu e Isaac que no han tardado en bajar a la terraza del hotel. César ya se había ido una hora antes a visitar el castillo del conde de Castilla, Rodrigo de Lara, situado muy cerca de Ascalón y del que ayer habló Mickey Ehrlich. "Impresionante", nos comenta César a su llegada.

Nosotros decidimos irnos al barrio musulmán para hacer las compras pertinentes para familia y amigos; llaveros, jarrones, agua del río Jordán (o eso esperamos), vestidos, cremas ... etc. Pudimos practicar el "regateo" que tanto nos gusta a los extranjeros y poner en práctica el sabio consejo de Manu: "Chicos, esto básicamente se trata del juego poli bueno, poli malo". Así que manos a la obra y reparto de papeles. Isaac, hasta el gorro de compras, prefirió no formar parte del reparto, así que Asier: poli bueno. Adriana: poli malo.

Poli malo: "¿Cuánto es esto?
Poli bueno: "Ok me lo llevo",
Poli malo: "¡No Asier, te está timando!"
Poli bueno: "Esto es un agobio, prefiero pagarle y no perder el tiempo"

Os podéis imaginar lo encantados que estaban los vendedores con Asier. "¡Tú como cliente no tienes precio!", decían riéndose Manu e Isaac. Tras las compras y los regateos, volvimos a pasar por el Muro de las Lamentaciones, el mismo que nos dio la bienvenida. Ahí ya se ha quedado una parte de nosotros y también del equipo en Madrid de Es la Noche.

No solo el Muro se ha quedado con nuestra letra. La ciudad de Jerusalem guarda ya la gran sabiduría de César, la inteligente serenidad de Manu, la inmensa inquietud de Isaac y la excepcional perseverancia de Asier ¿Y de mí? Os preguntaréis, pues de mí, la reflexión. En muchas ocasiones durante el viaje me quedaba callada, pensando, e Isaac me preguntaba "¿Qué te pasa? ¿Estás cansada?". "No, estaba pensando" le decía; la ciudad invita a reflexionar sobre sus miles de años de historia a los que estos días nos hemos aproximado. En la maqueta del Museo de Israel hemos visto perfectamente cómo era la ciudad en sus comienzos y hay que decir que algunas de ellas no distan mucho de lo que hoy son. ¡Todo es fascinante en Jerusalem! Hasta la forma de conducir de sus taxistas es merecedora del recuerdo y sobre todo después de lo que prometí contaros. Ahora lo hago con una sonrisa, pero que sepáis que el segundo día estuvimos muy cerca de tener que utilizar el seguro de accidentes por una imprudencia absoluta al volante, no nuestra claro, pero bueno, respirad tranquilos que ha quedado tan solo en una anécdota más para poder contaros en estos párrafos.

Antes de irnos queda un programa que hacer. De nuevo buen reparto y temas apasionantes. Ely Karmon, experto en terrorismo internacional, Mario Sinay, guía en el Yad Vashem, Dani Dayan, asesor de Netanyahu, Shalom Rosenberg, profesor de pensamiento judío y Yigal Palmor, portavoz del Ministerio de Exteriores de Israel. Todo un lujo. Sonido perfecto, como ayer y conexión inmejorable con nuestro equipo en Madrid. Todos han hecho allí un trabajo excelente estos días: Lucía, Marta, Silvia, Ana y Miquel ¡Gracias!

Ahora hay que descansar. El vuelo nos sale a las seis de la mañana. Eso significa que acabamos el programa, recogemos equipo y maletas y directos al aeropuerto de Tel Aviv. No dormimos, así que aprovecharemos el trayecto para dedicar a Israel las últimas miradas.

Recopilar todos los momentos para quedarse con uno sería imposible porque cada instante en esta ciudad merece la pena. La historia de sus calles, la convivencia de las comunidades religiosas y las particularidades de cada una de ellas, la riquísima gastronomía tan variada como la gente que allí vive, desde los famosos kebab que tanto hemos probado Isaac y yo, hasta el dulce baklava que apasiona a Manu. Todo en Jerusalem es digno de observar para después detenerse y guardarlo en la memoria. Nosotros ya lo hemos hecho y lo hemos contado gracias a la radio, ahora os invitamos a que lo hagáis vosotros.

Ayer, haciendo alusión a su origen yugoslavo, Elezier Papo dijo melancólico que "necesitaría una máquina del tiempo para volver a casa", lo que se le olvida es que él ya vive en una y se llama Jerusalem.

¡Shalom lehitraot!

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