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"Justicia, justicia perseguirás"

El horror más absoluto, la atrocidad más inimaginable del ser humano sabéis que es la consecuencia de un nombre, Adolf Hitler.

El horror más absoluto, la atrocidad más inimaginable del ser humano sabéis que es la consecuencia de un nombre, Adolf Hitler.
Es la noche en Jerusalén

Releyendo mi crónica de ayer es de obligado cumplimiento comenzar por daros una buena noticia. ¡Está todo listo para el programa! Equipos, producción, entrevistados y, por supuesto, nosotros, que ya tenemos ganas de llevarlo a cabo. Esta misma mañana como os dije, Manu e Isaac han estado revisando "los puertos" que ayer no permitían que se pudiese conectar con esRadio Madrid, pero como buenos profesionales que son, lo han solucionado en un abrir y cerrar de ojos. "Trabajo realizado" pensamos, así que rumbo a uno de los destinos que más nos apetecía.

Sabía que me iba a impresionar, conocía lo que supuso el Holocausto para la comunidad judía y para el mundo entero, pero jamás imaginé que entre esas paredes se pudiera llegar a sentir verdadera rabia, agonía y a la vez una absoluta incomprensión. Hablo del Museo Yad Vashem, una maravilla arquitectónica obra de Moshé Safdie, que corta la montaña en la que se ubica para recordar que el Holocausto también cortó la historia de seis millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial.

A muchos de ellos y por fortuna, hoy nosotros les hemos puesto cara. Son imágenes exclusivas que te trasladan el horror nazi y el gesto de aquellos judíos que presenciaban atónitos la entrada a sus ciudades de los Einsatzgruppen. Conmovida, una servidora comprueba en los vídeos cómo los mismos que después iban a ser asesinados participaron en la construcción del muro que les separaría del resto de la humanidad en los conocidos guettos y cómo también cavaban sus propias fosas pensando que si obedecían a los nazis, después ellos les dejarían irse.

El horror más absoluto, la atrocidad más inimaginable del ser humano sabéis que es la consecuencia de un nombre, Adolf Hitler, pero además de él, muchos fueron los que le ayudaron a engañar con la estructuración de la conocida "propaganda nazi". Hilda Lefain, nuestra guía del Yad Vashem, ha tratado con un cuidado exquisito sus explicaciones pero sin suavizar ni un solo ápice la realidad, "porque la verdad hay que recibirla tal y como es, por muy dura que sea", decía con razón.

El Museo del Holocausto en Jerusalén nace con un deseo muy claro: no se trata solo de mostrar cómo los alemanes exterminaron a millones de personas, entre ellos, miles y miles de niños, también hay que trasladar ciertos conceptos para que no perdamos la memoria de lo que sucedió. El cumplimiento de dicho objetivo queda patente con la Escuela Internacional para la Enseñanza del Holocausto del Yad Vashem, cuyas funciones se centran en la enseñanza, sobre todo, a los jóvenes, "porque ellos son el futuro" dice su directora.

Médicos, científicos, amas de casa, fontaneros, arquitectos, músicos, artistas, todos ellos, antes de la invasión alemana tenían una vida, sueños, familias y sobre todo un mañana. El exterminio rompió millones de generaciones judías futuras y por lo tanto, cambió absolutamente el transcurso de la historia mundial. Antes de la llamada "Solución final", todos ellos habían sido hacinados y repartidos en miles de guettos por toda Europa viviendo con 150 calorías diarias como mucho y sufriendo humillación tras humillación y abuso tras abuso. La gente moría por inanición. Las enfermedades y el hambre acababan con ellos o por el contrario, llegaba "la muerte en vida", dice Hilda. Ella misma nos cuenta que antes de premiar al Yad Vashem con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, la canciller alemana, Angela Merkel, visitó este museo y se quedó sorprendida con una imagen: "Solo por esto, el Yad Vashem debe ser premiado", aseguró Merkel.

Yo francamente os puedo decir que en mi vida he visto un vídeo tan duro. El escenario, Guetto de Varsovia. La imagen, una niña que trata de despertar a su hermano pequeño. Los dos están sentados en medio de la calle; ella de aproximadamente 7 años, mira desconcertada a la cámara y sin apenas fuerzas, mueve la cara de su hermano. Él efectivamente parece dormido, pero la relajación de su rostro no indica precisamente el sueño y sí, el trágico final que todos os estáis imaginando. Tenía tan solo cinco años y por él y el resto de millones de judíos aniquilados "es necesaria la memoria", dice Perla Hasam, directora de Yad Vashem y fantástica anfitriona. Ella y su marido, claro, Moshé Hazan, un judío griego de Salónica que muy emocionado me dice que "Israel es el lugar en el que los judíos pueden y deben vivir con la cabeza bien alta".

Moshé es el perfecto ejemplo de la huella que la barbarie nazi dejó en los supervivientes. Con once años tuvo que huir de su país y buscar un futuro fuera; lo hizo además sin buena parte de su familia, asesinada durante la invasión alemana en Grecia. Hoy Moshé tiene 80 años y una preciosa sonrisa. Asegura que en su vida reclama calma y cordura, "como López Contreras, expresidente de Venezuela", dice, pero a pesar de sus obvias ganas de continuar con el maravilloso trabajo que él y Perla desarrollan, se puede percibir que aunque haya pasado el tiempo, el daño continúa y el dolor no le permite contarnos por ejemplo, que tuvo que sufrir el asesinato de un buen amigo suyo; un cura griego ortodoxo que ayudaba a los judíos a esconderse, entre ellos, al propio Moshé. Cuando los alemanes entraron en Grecia, le quemaron vivo. Actualmente, tanto Perla como Moshé, le recuerdan y meditan en "El Jardín de los Justos" del Yad Vashem, donde el equipo de Es la Noche también ha encendido una vela por aquellos "no judíos que ayudaron y salvaron la vida a muchos judíos", de hecho, gracias a los supervivientes, sus pertenencias y sus testimonios, el Archivo de este museo se conforma como uno de los mejores del mundo. 114 millones de documentos archivados y microfilmados para continuar identificando a todos los judíos víctimas de la Shoah. De la mano de su director, Haim Gertner, hemos visto diarios escritos por judíos que morirían en Auswitch y fichas de identificación que utilizaban los nazis en los campos de concentración de Bergen Belsen, Treblinka, Belzec o Sobibor… "Son joyas históricas", decía Asier, mientras Manu e Isaac reflexionaban sobre la dificultad que tiene la restauración de ciertos documentos.

"¿Te ha gustado, Adriana?", preguntó César. Yo respondí con un rotundo "sí" pero con una sensación muy rara. Por un lado admiras la valentía de los protagonistas y el significado positivo que han sabido sacar de la Shoah; la estructura del propio Yad Vashem lo dice: un largo pasillo oscuro, "un túnel sin salida", que culmina en un amplio balcón, sobrio y discreto con las montañas de Jerusalén de fondo, o lo que es lo mismo, "la luz al final del túnel"; pero, por otro lado, sientes mucha frustración al no poder hacer nada en esa línea del tiempo totalmente incomprensible. El remedio llegó inmediatamente: "No te preocupes", me dijo Perla, "para ello hay un dicho hebreo que reza: Tzedek, tzedek tirdof" ¿Qué significa? pregunté yo y ella, pausada, cariñosa e ilusionada, respondió: "Justicia, justicia perseguirás".

Todá Perla!!

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