...después de un otoño largo y tranquilo, y nuestras pieles sean de papel de seda, y ya no seamos más que una versión caduca de aquello que fuimos, quiero estar contigo.
Y reñirte porque has vuelto a salir de casa sin tu chaleco, y que me ofrezcas tu brazo para bajar de la acera. Y marchitarme en tus ojos, y morirme cuando me faltes. Que nadie sepa ya mi nombre, que solo me conozcan por Anita, la de Antonio, y que todos piensen que no sobreviviremos cuando uno de los dos no esté.
Sí, aún nos queda mucha juventud, y quiero ver cómo maduran nuestros frutos, a tu lado. Y observar tus incipientes sienes plateadas y sentir la caricia de tus labios surcando mi piel, que un día fue pétalo de rosa, y ahora es el cuaderno de bitácora del paso de tu alma por la mía.
No espero tardes de largos silencios junto al mar, ni tormentas de amor entre las sábanas. Pero quiero seguir sintiendo que, a veces, no puedo distinguir dónde acaba mi cuerpo, y dónde empieza el tuyo, ni recordar cómo era mi vida antes de ti.
Siempre tuya, Ana