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Melquiades

A diferencia del personaje de García Márquez, Pontón y Villares se retroalimentan con esnobismo rancio y chusquero para intentar distraer.

Como un choque de trenes. La lideresa, la misma a la que no se le conoce haber entrado jamás en ese marcado laboral que tanto denuncia, y el exmagistrado, el mismo que con una mano levantaba el panfleto del PP y con la otra el Código Penal, pero nunca en su ejercicio profesional tuvo agallas para actuar en contra de lo que presuntamente denunciaba en un mitin en Ourense, han mostrado sus caras más perversas: se pelean por unos "aposentos" en sede parlamentaria. Porque de eso se trata. No por desterrar los lujos de esa casta en la que ellos se han convertido. Mejor dicho, a la que siempre han pertenecido.

Estos actos de resistencia individual reflejan que tanto Ana Pontón como Luis Villares se retroalimentan con ese esnobismo rancio y chusquero, que no es otra cosa intentar engañar con el supuesto problema de los menos favorecidos para distraer esa forma hipócrita de cómo viven ellos. Incluso mejor que la media de los más favorecidos.

Lo que hace esta oposición, muerta políticamente, es esconderse detrás de los ojos de Melquiades. Aquel personaje ficticio de la novela ‘Cien años de Soledad’ de Gabriel García Márquez. Un nobel que sí era de izquierdas y se comportaba como tal.

Recordando esta obra de Márquez, Melquiades era el gitano que tenía costumbre de visitar la población de Macondo, conocer y saber lo que allí pasaba. Posiblemente, Melquiades lo hacía con ánimo de negocio, pero no engañaba a nadie.

Pontón y Villares quieren hacen lo mismo que Melquiades. Los políticos gallegos se interesan por el pueblo. Pero a diferencia del personaje de Márquez, unos simples despachos ponen en evidencia sus negocios. Y si esto es así, qué será del resto.

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