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¿Ilusos o visionarios? Qué hay detrás del primer país que promete que no tendrá impuestos

El embajador de Liberland cree que el sueño de unos pocos pioneros está más cerca de hacerse realidad de lo que imaginamos: ¿un país libertario?

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Tienen página en Wikipedia (aunque Pol Victoria, su embajador en España asegura que está desactualizada y que no contiene todos los avances ocurridos en los últimos meses). También tienen bandera (amarilla con una franja negra) y escudo (un pájaro, un sol, tres franjas azul, blanca y granate. Himno nacional y lema: "Vivir y dejar vivir". Territorio: pequeño, es cierto, pero tres veces más grande que el principado de Mónaco, por ejemplo. Un equipo deportivo (en ajedrez). Y desde hace unos meses, tienen incluso habitantes con intenciones de permanencia.

Si esto no es un país, se le parece mucho. Ahora sólo les queda el reconocimiento internacional, que el resto de los países admita que Liberland, que así se llama, es una entidad independiente, peculiar pero no mucho más que otros similares que podemos encontrar por ahí (Mónaco es el más conocido, pero también podríamos citar Naurú, Tuvalu o San Marino.

No lo tendrán fácil. Este enclave a orillas del Danubio, en la frontera entre Serbia y Croacia, aspira desde hace una década a convertirse en un país independiente. Pero nadie más cree que deban serlo... por ahora. Croacia, por ejemplo, mantiene una relación no especialmente amistosa con los pioneros que se han ido instalando en las tierras (un bosque sin pueblos, infraestructuras ni servicios). Serbia parece mantener una actitud más receptiva.

De todo esto y de la posibilidad de vivir en un lugar que no cobre impuestos a sus moradores, viene a hablar Victoria esta semana a Economía Para Quedarte Sin Amigos.

Por un lado, está claro que nos enfrentamos a un sueño que podría no hacerse nunca realidad. Las dificultades son enormes. Y el embajador de Liberland en España no las oculta: quién va a querer trasladarse a un pedazo de bosque en mitad de Europa, aislado de la civilización y que no tiene visos en el corto plazo de tener carreteras o sistema eléctrico. Por el otro, no es tan diferente de lo que sufrieron los pioneros que poblaron el Medio Oeste norteamericano hace poco más de un siglo. Su esperanza es que alguien (¿los EEUU de Trump?, ¿la Argentina de Milei?) reconozca su existencia en esa tierra de nadie en la que se han instalado, pasando muchas penurias, pero al mismo tiempo con mucha esperanza, un par de docenas de visionarios. Y la pregunta que todos nos hacemos es: ¿tiene alguna posibilidad de prosperar un proyecto de este tipo? Sus promotores aseguran que sí y que todo podría desencadenarse mucho más rápido de lo que nos imaginamos. ¿Una especie de Quebrada de Galt como la que imaginó Ayn Rand pero en el corazón de Europa? Pues eso es lo que aseguran que va a ocurrir. Los demás los miramos con una mezcla de burla (son unos freaks) y pena (pobrecitos, no llegarán a nada). Pero puede que en unos años sean ellos los que se burlen de nosotros desde su pequeña porción de tierra a orillas del Danubio.

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