La esplendorosa Cee es considerada el centro administrativo y de servicios de la Costa da Morte y se sitúa en pleno Camino a Fisterra, detalles a los que hay que sumar la enorme riqueza ornitológica que atesora su ría de Lires y los vestigios que el pueblo prerromano de los Nerios dejó en forma de mámoas (Alto de San Pedro Mártir, Pedras Negras) y varios castros, como el del Monte do Son.
Las playas de Gures y Estorde son de visita obligada, igual que la ensenada de Caneliñas, en las inmediaciones de la ría, famosa durante décadas por su factoría ballenera (fue la última en cerrar sus puertas en suelo español, allá por 1986).
Los peregrinos acceden a través del monte de San Pedro Mártir, cuya pequeña y antiquísima ermita posee una fuente de aguas minerales a las que los viejos del lugar atribuyen propiedades para curar el reuma, las verrugas y las durezas de los pies.
Pero la iglesia más reseñable, ya dentro del casco urbano, es la parroquial de Santa María da Xunqueira. Se construyó en el siglo XVI, en estilo gótico tardío, cuando Cee vivía años prósperos como referencia para la pesca de cetáceos. Las invasiones napoleónicas provocaron importantes destrozos, pero aún se conserva el cabecero gótico original.
Puede que la arquitectura civil sea aquí más relevante, desde las casas Mosteirín y Mayán, en el centro del pueblo, al castillo del Príncipe (en Ameixenda), que se yergue justo frente al de Cardeal, en Corcubión, cada uno en una orilla de la ría. Cee es cuna en el siglo XVII del insigne Domingo Antonio de Andrade, arquitecto y genio gallego (nuestro Da Vinci particular) considerado una de las figuras más importantes del barroco gallego.
Destacamos obras suyas en Santiago de Compostela como la triple escalera helicoidal del Convento de Bonaval, la Casa de la Conga, la Casa de la Parra, la remodelación de la Torre de la Berenguela en la Catedral, la Sala Capitular y Sacristía de la Catedral de Lugo, Capilla del Santo Cristo de la Catedral de Ourense, Obra Pía de Santo Antón en Melide…
Y no podemos olvidar la figura del filántropo local Fernando Blanco de Lema, que nació a finales del siglo XVIII y legó el asombroso colegio-instituto actual, con una biblioteca de fondos valiosísimos y el complemento de un jardín botánico, alrededor de todo el edificio, con ejemplares centenarios de medio mundo. Blanco también dejó para la posteridad la Escola das Nenas, que desde 2001 alberga la Fundación que lleva su nombre y que expone objetos seculares de gabinetes universitarios.
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