Hecha de piedra y mar, en Laxe confluyen tantas historias como piedras comparte con la tierra. Pescadores que se ahogan, delfines visibles desde el mirador Braña de Soesto que pasan danzando cerca de la costa, ciudades sumergidas en Traba o 'La Espera', la sombra de una mujer con su hijo que permanece año tras año en el amanecer de Laxe mirando al mar…
Es un lugar mágico donde confluye el agua que escribe su historia de vida como pueblo pesquero, con paraísos como el de Traba y la roca, enclave de su casco histórico.
Su litoral deja el documento de cantería más intenso en sus cimientos donde rompe el agua y el humano convierte casas en arte, como la Casa do Arco, la iglesia de Santiago, situada en un destacado emplazamiento, pazos como el de Leis y casas solariegas, testimonios además, de la hidalguía del lugar. Y es que el mar que corrompe a las rocas, es testigo aquí y camposanto de aquellos que naufragaron llevados por las sirenas, el viento o la osadía, siendo en este lugar motivo ello de una de sus fiestas, en las que se llega a teatralizar 'El Naufragio', hechos habituales de aquellos pueblos regados, como este, por la Costa da Morte.
Pero no hay mejor manera de contemplar la enigmática confluencia de roca y mar de Laxe que siguiendo la ruta de sus miradores, como el del Faro, o el del Monte Lagoa desde el que se contemplarán todas las tierras.
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