
En una era donde los dispositivos electrónicos son casi una extensión del cuerpo humano, la pediatra María Angustias Salmerón lanza un mensaje de alerta: la tecnología no es neutra, y sus efectos sobre el cerebro de los niños son más profundos de lo que se cree. En su ensayo Reset Digital, la doctora propone un análisis urgente y sin dramatismos sobre cómo estamos permitiendo que las pantallas ocupen el lugar del juego, la conversación y el descanso.
Con años de experiencia clínica en la Clínica Ruber de Madrid y un perfil cada vez más centrado en salud digital, Salmerón plantea una pregunta inquietante: ¿qué está en juego cuando un niño pasa más tiempo mirando una pantalla que interactuando con el mundo real?
Un hábito normalizado... pero no inocuo
"La infancia digital está tan asumida que hemos dejado de cuestionarla", sostiene Salmerón. Y precisamente por eso, considera imprescindible ofrecer a padres y educadores una hoja de ruta clara. Según explica, los menores acceden cada vez antes a teléfonos, tabletas y videojuegos sin que exista una guía mínima sobre tiempos, contenidos o contextos. "El problema no es la tecnología en sí, sino el abandono con el que se entrega", recalca.
Lejos de hacer un alegato alarmista, la autora subraya que los primeros años de vida son especialmente vulnerables, porque el cerebro infantil está en plena construcción. "Exponer a un niño menor de seis años a pantallas de forma habitual puede afectar su desarrollo del lenguaje, la regulación emocional y la capacidad de atención", advierte.
Imitar sin entender: el falso mito del nativo digital
Uno de los conceptos que Salmerón desmonta es el del "nativo digital". "No porque sepan deslizar el dedo por una pantalla significa que comprendan lo que hacen", afirma. En realidad, asegura, muchos niños interactúan con la tecnología de forma pasiva, sin filtros ni criterios, lo que puede traducirse en dependencia, alteraciones del sueño, o incluso aislamiento social.
La clave, insiste, está en el acompañamiento adulto. "Un niño no necesita un móvil, necesita un adulto que le explique, que observe y que dé ejemplo. Si los padres duermen con el móvil en la mesilla, será difícil que sus hijos lo dejen fuera del dormitorio", ironiza.
La IA y el diseño adictivo de las plataformas
Además del uso temprano, la autora profundiza en una dimensión más reciente: la influencia de la inteligencia artificial en el diseño de contenidos. "La personalización infinita, la recompensa inmediata y la falta de pausas hacen que plataformas como YouTube o TikTok sean casi imposibles de abandonar para un cerebro inmaduro", sostiene.
Salmerón denuncia que los algoritmos no tienen en cuenta la edad ni las necesidades emocionales de los usuarios. "Un niño de 8 años puede recibir estímulos diseñados para un adulto, y no hay barreras reales para impedirlo", añade.
¿Es reversible el daño?
La pediatra reconoce que muchos efectos pueden mitigarse, especialmente si la exposición se detecta y corrige a tiempo. Sin embargo, no hay garantías: "Sabemos que el cerebro es plástico, pero no sabemos si ese niño alcanzará su máximo potencial tras una exposición prolongada", reflexiona.
Por ello, propone medidas claras y aplicables: nada de pantallas antes de los seis años; entre los 7 y los 12, tiempo limitado y siempre acompañado; y a partir de la adolescencia, reglas firmes sobre horarios y dispositivos en el dormitorio.
Reset Digital no es un manifiesto contra la tecnología, sino una llamada a humanizar su uso. Salmerón invita a padres, docentes y pediatras a entender que la educación digital no puede improvisarse. "No se trata de prohibir, sino de proteger. Y para eso, hay que saber primero qué estamos dejando entrar en la mente de nuestros hijos".
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