Andrés Carrión, el hombre al que se le ocurrió gritar en medio de una iglesia y ante Benedicto XVI "¡en Cuba no hay libertad. Abajo el comunismo!", ha explicado En casa de Herrero la odisea que le costó lo que en la isla de Fidel Castro es todo un acto heroico.
"Desde que supe que su Santidad Benedicto XVI iba a venir a la Ciudad de Santiago de Cuba me di cuenta que era una gran oportunidad para que el mundo supiera la realidad que estamos viviendo los cubanos y poder expresar lo que pensaba", relató Carrión en esRadio.
Este disidente cubano pensó, incluso, que la pena que podría esperarle iba más allá de la cárcel y las torturas. Podría llevarle a la muerte. "Yo no sé si conoces la férrea dictadura. Hay que estar decidido a dar la vida. El pueblo cubano ha vivido con mucho miedo durante 53 años". Carrión era consciente, explicó, que "por hacer cosas menores" se han recibido golpes o se ha ingresado en prisión. "Pero nunca se había hecho un acto tan atrevido, así que no sabía lo que podía pasar. Siempre pensé que iba a ser mi último día".
Por eso se despidió de su familia antes de salir de casa. Abrazó a su esposa y habló por teléfono con su madre y su hermana, aunque no les dijo cuáles eran su planes. Después, "me encomendé a Cristo: Señor, protege mi vida".
Finalmente, las cosas salieron mejor de lo que pensaba. Hubo detención, sí. Estuvo "durante tres semanas en la cárcel". Pero sólo los últimos días fueron más difíciles: estuvo en una celda con "unas condiciones malísimas". Sin luz ni agua, entre otras cosas. Le acusan de desórdenes públicos y la "pena puede oscilar entre los 3.000 pesos a los tres años de prisión".
Ahora mismo está en una situación equivalente a la libertad condicional a la espera de juicio. "No puedo salir del municipio sin que me autoricen. No puedo reunirme con la oposición. No puedo dar entrevistas... Yo he violado casi todo. Sólo voy a firmar". Y es que a lo que no va a renunciar es a su libertad.