Me rindo a la luz que se cae de los árboles en otoño. Me rindo a los colores del mundo, al azul exacto del cielo y al verde cambiante con el que la tierra cubre su espalda. Me rindo al sol que se apaga como una hoguera detrás de las nubes y a los días que giran lentamente como pesadas ruedas de molino.
Y por encima de todas las cosas, me rindo al amor. El amor que nunca se equivoca y en su perfección quiso depender del hombre para seguir existiendo.
Qué dualidad tan extraña y al mismo tiempo hermosa: sin amor el hombre imperfecto no tiene nada y sin el hombre el amor perfecto no tiene sentido.
Por eso amor me rindo a ti para tenerlo todo.
Poeta anónimo