Llegaste a mi vida como una gran sorpresa.
Preso del desconcierto y del deseo de tenerte y disfrutar de ti, se nos fue el tiempo.
Jugábamos a reírnos, dormíamos juntos, disfrutábamos de nuestras charlas... pero me pesaba no poder seguir tus ganas de vivir y el ritmo que intentabas marcarme. Desaparecía de vez en cuando, porque me angustiaba tanto oírte llorar, que huía de tu lado. Perdóname.
Te veo cuando, por las mañanas al levantarte y por las noches antes de acostarte, inundas mi foto de besos... Me haces tan feliz... Nunca dejes de hacerlo. Nunca olvides que me diste tu primer beso. Nunca olvides con quien te diste el primer baño en el mar inmenso que tanto te imponía. Nunca olvides quien te llevaba al parque y te consolaba al caerte. Nunca olvides nuestro sonajero triki triki y nuestro torito "andalú". Nunca olvides, mi vida, que estaré siempre contigo. Nunca olvides que te quiero.
Cuando me mirabas, me dabas vida. Cuando me sonreías, me iluminabas el alma. Cuando me cogías de la mano, me dabas fuerza y me guiabas. Pero con todo, no fue suficiente. No fue tu culpa, cielo mío. Tú me diste un poquito más de vida y, por eso, ahora desde el cielo, nieta mía, te protejo y te acuno con la brisa de la noche, te ilumino la oscuridad que tanto miedo te da con las estrellas y te susurro en tus sueños que sigas adelante, que avances y te hagas fuerte, que nunca me olvides...
Tu madre escribe estas palabras que le dicto al son de cada latido de su corazón. Las verás emborronadas, caen lágrimas de sus ojos por el recuerdo de estos momentos. Cuídala, te necesita tanto...
Por esto y por todo lo que nos hemos dado, cielo mío, desde nuestro pedazo de luna, siempre te cuidaré.
Te quiero con toda mi alma, corazón...
Sandra Hernández Mármol