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Carta de amor

Labios etéreos

Percibo el vaho dulce de tu aliento y el serpenteo invisible de tu lengua en mi boca. 

Carta de amor: "Labios etéreos"

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Mis papilas festejan eufóricas la llegada de sus gemelas y se ofrecen serviles a la voluntad de la lengua invasora. Tus labios sorben los míos con la avidez de un fuego bien alimentado, un fuego que abrasa y calcina, pero que también purifica y redime. Me abrazo a la posibilidad de jamás despegarnos, de bailar por siempre la danza húmeda del beso, danza sutil y siempre amenizada por la polifonía de respiraciones aceleradas...

Me exalto, pataleo y finalmente, despierto. La experiencia se repite, invariablemente, cada mañana de cada día. El sol naciente me saluda colándose por la ventana y me dan ganas de arrancarme los labios para no sentir el hormigueo enloquecedor que dejan los besos etéreos. Me desquito con almohada y le atino un derechazo al mentón de mi tristeza, en vano, porque un segundo después, sigo tendido en la lona.

 

Estás lejos, amada mía, como lejos está la luna de sus licántropos y como lejos está Crepúsculo de ganarse el Oscar a "Mejor Película". Yo y mis amores a distancia... yo y mi animadversión a Edward Cullen.

 

Ni fugaz ni eterno, ni efímero ni perpetuo, perfecto, anormalmente perfecto fue el instante nuestra entrega... nuestro primer beso. ¿Inesperado? No lo creo, ambos sabíamos que, inevitablemente, terminaríamos unidos por el lazo afectuoso — ¡Y lujurioso!— de un beso. Los nervios, terribles e inoportunos, afloraron burlescos al encuentro de nuestras miradas.

 

Temí quedarme estático o perder la compostura, no soy bueno descubriendo las señales tácitas del amor... sin embargo, advertí el guiño proveniente de las Alturas: la noche plomiza sin luna ni luceros, un lienzo sin tacha listo para ser pintado por nuestros cuerpos.

 

Te sigo esperando.

Daniel

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