Me miró como se mira a alguien que no ha importunado durante mucho tiempo y de repente se nos hace insufrible. Sentí un miedo irracional. No recuerdo qué cosa insignificante le pregunté. No me contestó. Caminó pasillo adelante erguido y firme. Me pareció un pasillo muy largo. Yo le seguí, desconcertada, temblorosa, llena de dolor.
Ya cerca de la puerta se volvió a medio lado y dijo masticando las palabras, con una precisión y una calma que me sobrecogió: No quiero volver a verte. La casa, los libros, los cuadros...Todo es mío. No te lleves nada. No empieces con lo de tus recuerditos. Está todo inventariado. Levanté la vista y le miré a los ojos. Él seguía mirándome con aquella fijeza extraña, atrevida, retadora. En sus ojos había determinación, y una ira que no le conocía. (...)
En un acto instintivo le rodeé con mis brazos. Treinta años con un hombre y de golpe descubría a un extraño. Me parecía estar viviendo una pesadilla, algo irreal. Me apreté contra su cuerpo, grande y musculoso. Él me agarró por los hombros y me separó, sin brusquedad pero con determinación.
-En una semana se instalará aquí mi secretaria. Cuanto antes dejes la casa, mejor. Es una bobada hacernos daño inútilmente- Vocalizó con suavidad.
Después se dio la vuelta y alcanzó la puerta con una resolución y una premura que ya no le recordaba. Como si hubiera rejuvenecido. Como si se hubiera despojado de un traje viejo y hubiera adquirido otro más nuevo, más ligero, más actual.
Pero, yo creo... que todo esto no ha ocurrido, que todo es un mal sueño. A usted, ¿qué le parece?
Toñi