Todavía en la cama hago un viaje con la mirada, veo mis estanterías con todos aquellos libros de princesas y hadas que me acompañaron en mi niñez, mi adolescencia y mi juventud, fuera cual fuese el momento siempre vinieron bien para inspirar mis sueños.
Mi escritorio, me estoy viendo sentada apoyando la barbilla sobre mi mano y pensando en cómo sería saltar descalza de nube a nube. La verdad es que aunque han pasado los años siempre que puedo cierro los ojos y me escapo a aquellas nubes en forma de mariposa, que me llevaban volando a un mundo paralelo en el que siempre estás tú. Mi espejito mágico, en él unas veces me asomaba y sonreía y otras veces me miraba para secarme las lágrimas. Hoy dejaba mi palacio, el refugio en el que ningún dragón de fuego podía entrar. Mamá tenía preparado mi vestido en su habitación, los tules y sedas me esperaban y mi amor, mi gran amor iba a comprobar que sí, que realmente las princesas de los cuentos existen.
Tumbada levantaba mi dedo en el aire y escribía tu nombre, con tinta del color con el que se pinta el alma. Mi velo esperaba apoyado en un sillón de estilo Luis XVI, el escenario es como de cien años atrás, me imagino esa imagen en tonos sepia, como las fotos de las abuelitas. Un coro de hadas danzaban a mi alrededor preocupándose de que todo estuviera perfecto. Miro por el ventanal hacia el jardín, los prunos están preciosos, cargados de flores, recuerdo cómo siempre me las colocabas en el pelo, mientras me decías lo bonita que estaba, ojalá pudieras estar conmigo ahora mismo, se me hace interminable la espera, quiero verte necesito verte ya.
¡Vamos, niña! Oí la voz de mi madre mezclada con la música de sus elegantes pasos al andar. Llegó la hora, me espera mi mitad ya impaciente. No me lo creo, ya estoy de camino ansiosa por llegar. Antes de entrar respiro hondo y me cojo del brazo de mi padre, es curioso, pasados los años y ya casada sigo de su brazo.
¿Entramos? me preguntó papá. Recuerdo ese camino hacia el altar, largo y corto a la vez. Te veo, aquí estás, dos pasos más y te tendré a mi lado para siempre, noto tu electricidad en mi piel, me sonríes y me besas en la frente, ya estoy contigo amor, será como vivir en un azucarero de porcelana blanca con los bordes pintados en oro, nos queda un largo y dulce camino juntos. Te quiero.
Marisa