Lo sé, es culpa mía. Me ha costado mucho admitir que el lugar donde ahora estoy es el que yo mismo he elegido; y he tardado en asumir que he sido yo, y nadie más que yo, el verdadero responsable de mi situación.
Estoy solo, solo con mi egoísmo. He permitido que hubiera sido él quien acampase en mi vida y que fuera mi única compañía durante todos estos años. He tolerado que invadiera mi vida y expulsara de ella todo lo bueno que antes poseía, incluida tú.
Miro a mi alrededor y no te veo. En verdad, nunca te he visto. Siempre has permanecido a mi lado, pero nunca he sentido tu presencia, o tal vez, no he deseado sentirla. Dejé que la oscuridad cegara mis ojos, y que la amargura me fuera transformando poco a poco en el ser el que me he convertido. No oí tu voz, no oí los gritos que me lanzabas cuando me obligabas a despertar y que viera la realidad en la que estaba sumido, y ahora que me he dado cuenta dónde estoy, veo que estoy solo, abandonado. Vuelvo mi cabeza hacia atrás en mi recuerdo, y ahora sé que siempre has permanecido a mi lado, pero yo nunca te he valorado. No recuerdo tu tacto, a pesar de tantas veces haberme tocado. Ni recuerdo tu sonrisa, porque nunca a mi lado hice nada por hacerte feliz.
Ahora que he abierto mis ojos y he apartado de mí el manto negro del egoísmo, me siento herido, lleno de magulladuras y harto de dolor. Me encuentro aquí, hundido en este pozo profundo que por no tener no tiene ni agua. He caído, y ni en mi caída he sido consciente de hacia a dónde iba y los golpes que estaban acabando conmigo, poco a poco, hasta que el golpe del fondo me ha despertado.
Ahora te llamo, ahora grito fuerte tu nombre, y te ruego que te asomes, y te suplico que no me dejes solo, y te imploro que bajes, y te pido que me perdones, y que estés a mi lado una vez más como siempre has estado, y me ayudes, me ayudes a subir, me ayudes a salir de este pozo negro y oscuro que rodea mi vida y que ha dejado en nada mi existencia, y que no me deja vivir.
Te llamo a voces, porque te quiero, porque siempre te he querido incluso cuando mi mundo no era más que yo y ni tan siquiera sabía que pudiese albergar amor en mi alma. Te pido ayuda porque te amo, y porque observo como esta soledad me aleja cada vez más de ti.
Grito tu nombre porque tengo miedo; miedo a esta eterna noche y a esta cruel soledad que se están apoderando de mí. Te pido que vengas, que bajes, que tu fuerza me alce y me lleve a la luz y me dejes sentir una vez más tu cariño, y poder volver a ver tu rostro. Quiero sentir el calor, y sentir tu calor. Tan sólo te pido que me vuelvas a querer, que me vuelvas a ayudar, que me ayudes a vencer, porque quiero volver a vivir, y vivir junto a ti, siempre.
Francisco