Clara luz
noche clara,
falda de montaña
luna reflejada.
Laderas sin meta
jinete y caballo,
solo,
la santa compaña.
Tengo ganas vulgar
caricias de pelo
no mires mi cara.
deja, que haya.
Tus pechos, montes de agua,
Fuentes hirvientes
por mis manos resbalan.
El frío temblor me desborda.
Lo quiero todo, no tomo nada.
Focos febriles en la bahía.
Bailes,
murmullos embriagados de vino y pez.
En el monte espiritual del amor,
damos salida a la contradicción.
Te me abres.
Yo no.
Las corazas se vuelven ligeras,
opto por dar,
así, de la gravedad, reconforto a mi alma.
Se acelera una pegajosa humedad,
el pensamiento no se centra.
Hay padres, amigos, trenes, sotanas negras.
Olor a madera.
El silencio se apodera de nuestros cuerpos.
No hay más.
Paramos.
Bajamos a la mar.
Me espera el vino y el deleite.
Otra vez,
el áspid y el mástil.
otra vez,
mi embrutecimiento.
Ay, ¡cuánto duele el corazón!