Cuando tu mirada sabia anida en la mía entre dulces réprobos de mi díscola alegría. Cuando te veo afrontar el paso de los años con sus puñales. Y sus lentos calvarios.
Cuando te balanceas en tu mecedora sufriendo en silencio el peso de los años y el flagelo de los daños, lentamente combatiendo con oraciones interminables y cadenciosos rosarios mientras le pides al Sumo Hacedor por todos, en lento sacrificio, dándote a cambio de tan poco.
Cuando veo el lívido fulgor de tus pupilas danzar gozosas. Sobre tus rosadas mejillas, como dos mariposas enamoradas, cuando a tu vera llegan tus seres queridos.
Cuando presiento tinieblas, silencios y sollozos ante la imagen sagrada. De aquellos que se te han ido. Veo en ti la mujer serena, la esposa fiel, la mártir, la madre sincera, la Señora. Tú, que sabes mandar, templar y capear las terribles suertes del camino.
Tú, tan llena de vida que osaste burlarte de la muerte temida. Tú, que haces guiños al dolor y que emanas tanto amor. Tú, heroína, de guerras y entreguerras, que supiste sortear las flechas y sacudirte los yugos que te retaban.
Tú, mujer de tanta luz que viviste a la sombra de un marido que te amaba, que bien te quería y, en ocasiones, te hacía llorar. Hoy contemplas un año más, y van ochenta y ocho, desde tus sienes plateadas, fuerte como un roble de profundas raíces.
Hoy te deseamos que cumplas muchos más que el cielo puede esperar.
Que no se apague nunca tu risa,
Que no se extinga el fulgor de tu mirada,
Que no calle nunca tu voz.
Que seas, así, como eres.
Siempre has sido, eres y serás
Mi madre amada.
Alicante a 10 de Julio de 2009
Antonio