
En el corazón de las Rías Altas, en Ferrolterra concretamente, As Somozas se erige como el destino perfecto para aquellos que buscan disfrutar tanto de la cara más salvaje de Galicia, como de una cultura vibrante y una gastronomía tradicional exquisita.
Y es que As Somozas presume de una enorme riqueza patrimonial, histórica y paisajística, envuelta en cada rincón de su callejero por leyendas como la de la Casa Grande de As Enchousas. Esta mítica mansión, vinculada a una leyenda sobre mujeres encerradas, perteneció a la reconocida escritora Emilia Pardo Bazán.
En la misma parroquia de As Enchousas, en una zona rural dominada por los paisajes verdes, también podremos encontrar una interesante muestra del patrimonio gótico-religioso de esta localidad coruñesa: la pequeña iglesia de San Pedro, un templo austero y de muros desnudos cuya propiedad perteneció al Marquesado de Cavalcanti, un título nobiliario creado por el rey Alfonso XIII del cual formó parte una de las hijas de Pardo Bazán. A pesar de encontrarse semi abandonada y oculta entre la maleza, en el interior de esta capilla todavía sobrevive un singular retablo de características neoclásicas en el que se aprecia una policromía semejante al mármol.
Desde el siglo XVIII despunta sobre el paisaje de As Somozas el alto campanario barroco de Santiago de Seré, coronado por una cúpula octogonal rematada con pináculo. Sus tres naves tienen cubierta de madera. Del mismo estilo son los templos de Recemel y Seixas. En la capilla de San Roque destacan los tres arcos apuntados de su fachada y la enorme hornacina que alberga la figura pétrea del santo.
Otra construcción singular es la Aurora de As Somozas, de principios del siglo XX, sufragada por los emigrados a Cuba para funcionar como escuela hasta los años de la Guerra Civil. Apenas se mantienen unos restos del machuco de A Igrexa, un artilugio de grandes dimensiones movido por la fuerza del agua que usaban antiguamente los herreros. Este fue el municipio de Galicia que más instalaciones de este tipo concentró en el pasado. El lugar más concurrido para el esparcimiento es el área recreativa de A Queiroga, a orillas del río Mera, donde es habitual la pesca de la preciada trucha
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