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Otra de corrupción

No vale escudarse en que la corrupción es una cuestión personal y no de partido. Tampoco las metáforas de Rajoy, que pueden generar más dudas.

Siempre he sostenido que España no es un país corrupto o más corrupto que otros. La diferencia está en cómo gestionar la corrupción y cómo castigar a los corruptos, pillos y sinvergüenzas. Qué cómo se hace, sencillamente a través de dos vías. La primera, dejar que la justicia actúa sin interferencias -algo imposible, entre otras cosas, porque los que están al frente del aparato judicial han sido nombrados por los políticos-. La segunda, una regeneración total en los partidos políticos y, sin excepción alguna, expulsar a los corruptos y presentarse como acusación particular contra ellos. Ambas son imposibles, al menos, por lo que vemos todos los días. Ahí está el problema.

El barómetro del CIS ha vuelto a dar un varapalo a la clase política con el tema de la corrupción. Algunos partidos lo usan como estrategia política; otros, simplemente, miran para otro lado. Incluso Rajoy que, a veces, en vez de dar un puñetazo encima de la mesa, dice cosas tan raras que nos deja tocados.

Verán. Durante la sesión de control al Gobierno del 8 de marzo, al serle echada en cara su resistencia a abrir una comisión sobre la financiación del PP, Rajoy replicó argumentando con un personaje bíblico: "Lo positivo sería que mirásemos hacia el futuro, porque si miramos demasiado hacia el pasado puede pasar como a la mujer de Lot, que quedó convertida en sal".

Es cierto que los partidos, con sus excepciones, están salpicados por la corrupción. Y no vale con escudarse en que es una o varias personas. Igual pasa con las metáforas de Rajoy que, en vez de ayudar a solucionar el problema, pueden generar más dudas.

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