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Falsarios de la política

Coruña, Santiago y Ferrol son un claro ejemplo de la nueva política. Ni cuentas ni armonía y demasiadas cosas muy raras. Y muy preocupantes.

Suele decirse que cuando un político lleva dos años gobernando la ciudadanía lo conoce como si acabara de llegar al mundo. Es decir, conoce su desnudez integral, como la que ahora ve en los autonombrados alcaldes rebeldes. No sabemos rebeldes de qué.

Como se ha podido comprobar, en estos dos años, los políticos emergentes -algún día nos explicarán qué es eso- se han convertido más en mercaderes de puestos feriales que en representantes del pueblo. No es necesario explicarlo, las hemerotecas ahí están.

Verán. Los emergentes no han traído nada nuevo, al menos desconocido para la ciudadanía. Lo único que han hecho ha sido aparecer en el escenario político, que es una de las formar en las que ciertos cuerpos emergen. Nada más.

Las promesas de cambio y de regeneración que auparon al poder a los que en su "noble" modestia se hacen llamar ante el pueblo alcaldes rebeldes han devenido en una gestión ineficaz, solo marcada por el sectarismo de quien antepone la imposición de su ideología a un municipalismo basado en dar soluciones a los problemas de los ciudadanos. Una incongruencia especialmente lacerante en quienes agarraron el bastón de mando bajo el mantra populista y falaz del empoderamiento del pueblo.

Estos nobles -en democracia, libertades y transparencia- han ignorado en estos dos años que no se debe confundir el gobernar con lo que el pueblo eligió. El desgaste de los dos grandes partidos, los efectos de la crisis y el éxito de armar unas candidaturas alrededor de la confluencia de un grupo de partidos de lo más variopinto de la izquierda -pastoreados por Podemos para cabreo de Ferreiro, Noriega y demás piezas corales- son, sin lugar a dudas, las razones que explican la entronización de los llamados alcaldes rebeldes. Que, por otra parte, que gobernarán hasta 2019 -o no, quién sabe-.

En el ecuador de su mandado, en cambio, su prioridad no fue hasta ahora las personas, tal y como pregonaban, sino recuperar cierta supremacía cultural al uso del populismo. Es decir, concentrar la acción política en los símbolos, los gestos, las frases hechas o el exhibicionismo en las redes sociales. Coruña, Santiago y Ferrol son un ejemplo de ello. Ni cuentas ni armonía y demasiadas cosas muy raras. Y muy preocupantes. Los alcaldes del cambio -o alcaldes rebeldes- se han convertido en falsarios de la política. O de verdad cambian o su precaria minoría los cambiará a ellos.

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