Unos quieren suprimir la retransmisión de la misa por la televisión pública, son los mismos que defienden el pañuelo de las mujeres musulmanas, y otros siguen en esa deriva que comenzaron al perder el bipartito. El cielo parece que nos da un respiro y el viento despeja las nubes negras del horizonte, aunque se han desplazado hacia la sede de la organización frentista, donde prometen quedarse.
La lucha interna entre el sanedrín y los coroneles -que no es lo mismo- ha ido dejando un camino lleno de cadáveres. Y los muertos políticos no son precisamente por los apoyos que parecen tener unos y otros. Son víctimas de las mismas facciones que lo quieren controlar todo: desde el aparato de la organización hasta la línea ideológica.
Si se observa el comportamiento del sanedrín y de los coroneles puede apreciarse la soberbia de los que se ven ganadores y como lanzan a sus "perros" más jóvenes contra el adversario. Después se llenan la boca de democracia: todos "somos" nacionalistas y todos "somos" patriotas de este gran país llamado Galicia.
Mientras unos se afanan para que la batalla se ensucie y puedan culpar al otro de ello, algunos parecen ir trabajando como las hormigas, poco a poco y sin descanso, hasta lograr el objetivo.
A Beiras, Quintana, Aymerich y a otros históricos les pasó como a César. Fueron avisados del peligro del Idus de Marzo, pero no hicieron caso. No comprendieron que el asesinato político no consiste en ver sangre, sino en la humillación. Vence, sí, tomó nota. El 15 de marzo se acordó del apuñalamiento de César y abandonó el BNG. Quiso escapar del Idus de Marzo del Bloque.