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Dalila, en María Pita

Coruña se ha convertido en una especie de camarote de los Hermanos Marx, y su política se parece a una mala actuación de los Hermanos Tonetti.

Desde hace años, Coruña se ha convertido en una especie de camarote de los Hermanos Marx. Y el palacio de María Pita se ha transformado en una gran piscina donde los allí moradores pueden zambullirse en ese torbellino de política curiosa, que causa risa, y en la que se mezcla el pijo y el aldeano. Y en esta esperpéntica política circense sale una menuda Dalila que, como aquella de la Historia, también es hábil con las tijeras. Ni unos ni otros saben qué hace con Mar Barcón para que los robustos políticos estén condenados a comparecer encadenados en las columnas del majestuoso palacio coruñés.

Mientras en este templo de los Hermanos Marx siguen con juegos prohibidos, que cuestan mucho a los coruñeses, el futuro de la ciudad se va por los desagües que desembocan en los muelles que, para cabreo del histórico Paco Vázquez, o todo cambia, o no se convertirán en la Nueva Orleáns gallega que el exregidor quería para la ciudad.

Xulio Ferreiro rompe las relaciones con un PSOE que se parece a una mala actuación de los clones de los Hermanos Tonetti. Pero como al alcalde, al que toman por el pito del sereno, le gusta el follón se apunta a otra función para ver más defenestrados en la casa de los socialistas. Y éstos ni se enteran.

Barcón tiene el derecho de reivindicarse. El problema de la ex de todo, porque de todo dimite después de estropearlo todo, es que carece de capacidad. No de la política, aunque también, sino de la humildad de una persona que se dedique a la cosa pública. Por eso, seguirá interpretando el papel de Dalila mientras María Pita siga pareciéndose al camarote de los Hermanos Marx.

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