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La frustración de Caballero

Don Abel es el personaje más cabreado del zoo político. Quiere imitar el populismo de Vázquez, pero su voz ni se oye en Ferraz ni en Santiago.

Arranca este 2017 con el enojo del personaje más cabreado del zoo político gallego. El descontento de Caballero es, en este caso, por el bloqueo de la Xunta sobre el Área Metropolitana. Porque además de ser una "persecución" contra Vigo, asegura que su constitución fue totalmente "democrática" y que él es su legítimo presidente. La insatisfacción es cierta, pero es un error repetirla de manera igual siempre por el mismo protagonista. Situar persistentemente por delante a la ciudad en los problemas políticos y personales es un camino que no conduce a ninguna parte. Y menos si "parapetado" detrás de la ciudadanía para "desafiar" al Ejecutivo gallego. Eso es todo lo contrario a la valentía política, ya no digo personal.

Es cierto que poner en duda la gestión municipal de Caballero sería un suicidio, cuando el regidor vigués logró una mayoría absoluta sin precedentes para los socialistas -salvo las del coruñés Paco Vázquez, al que quiere imitar- en la peor crisis que ha padecido el PSOE desde el congreso de Suresnes. Pero eso no da la razón para arremeter contra todos y atrincherarse en un fortín levantado al otro lado de Rande.

No es la primera vez que afirmo que si un psiquiatra decidiera aplicar su ciencia a los problemas políticos de Vigo, hablaría del "síndrome Caballero" para explicar el desvarío de don Abel. Porque, como es sabido, Caballero achaca todos los "males" que él ve en la ciudad a conspiraciones del resto de Galicia.

Las inversiones en infraestructuras se van a Santiago o Coruña, dice con vehemencia chapucera el alcalde socialista para alborotar su minúsculo mapa político y encontrar de este modo sesgado razones de apoyo popular.

Caballero no deja de ser un populista y su frustración política es de tal envergadura que ve conspiraciones por todas partes. El Área Metropolitana muestra al verdadero Caballero: autoritario y que rehúye del diálogo si el adversario político no acepta su única verdad. Pero en esta ocasión todo está un poco más claro: la frustración permanente de don Abel también le viene ahora desde su propio partido. Tanto desde la gestora de Ferraz como de la dirección provisional de Santiago.

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