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Seguir en las cavernas

El magistrado y la becaria creen que la libertad es vestir todos igual, pensar todos igual y aclamar al mismo líder, todos igual.

Si tiramos de hemeroteca nos encontraríamos con los mismos discursos por parte de los constitucionalistas y de los otros. Vamos, lo de siempre. Y es que son nuestros políticos, o parte de ellos, los que hablan y hablan de cambiar o modificar la Carta Magna. Como si no hubiera cosas más importantes en estos tiempos revueltos y convulsos que corren. Pero eso no importa.

Y como era de prever, algunos se toman esto de la política como un juego y no se apartan para nada del guión que han aprendido de los viejos maestros del saber patrio-nacionalista. Y, en medio de este paripé tarbernario, el magistrado y becaria le dieron la espalda a la Constitución. Era evidente: él se amamantó donde ella sigue aprendiendo el catecismo (cobrando, claro). Pensar lo contrario de estos dos personajes sería un espejismo, pues es público y notorio que solo creen en una democracia y en una verdad: la suya.

Sin duda, no nos equivoquemos, estamos ante la parte vieja de la nueva política: la de las reglas, la de la enseñanza desde la cuna y la de la intransigencia. El nuevo espíritu de consenso para buscar un nuevo horizonte para este país es imposible, si ese soplo de nueva energía tiene que llegar del entendimiento con esta nueva casta de progres.

En el culmen de sus sesudos discursos, en la celebración del Día de la Constitución, que tanto costó y que ellos rechazan, estos dos políticos (el uno magistrado en excedencia y la otra, una simple becaria, que cobra) se dedicaron a todo; a tratar de destruir y vejar el sistema que les permitió y garantizó llegar a donde están. Sí. Sin ningún tipo inconvenientes y con todas la facilidades de un Estado libre y solidario.

Pero el magistrado y la becaria, o lo que ellos representan, no lo creen así. Ambos piensan que un Estado es un trozo de tierra, donde la principal libertad es vestir todos igual, pensar todos igual y aclamar al mismo líder, todos igual.

La Constitución no puede ser modificada porque lo pide una minoría y menos en los términos de esa minoría. Vivimos tiempos en los que no dejaron de las cavernas quieren seguir en ellas.

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