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La seguridad

Lugo tiene unas fuerzas de seguridad excelentes, que hacen bien su trabajo. Su labor que no consiste solo en la detención, sino en la prevención.

La seguridad no se debe mezclar con decisiones que, aunque pretendan lo mejor, son erróneas en sí mismas. El grave problema de un desalmado violador que actúa en un barrio lucense es una prueba de cómo ciertas recomendaciones son, a veces, peores que el remedio. Imagínense que les dicen a las jóvenes que no vayan nunca solas; qué pensarán las chicas, sus familias o los habitantes lucenses. Todo el mundo sabe a dónde conducen las prohibiciones y lo que significan, y no me digan que ésta no la es (con un fin sano, pero demagógica).

El problema es grave y reclama la atención de las instituciones. Investigación, seguimiento y vigilancia, son los tres ejes. Porque en los barrios, cuando surgen voces reclamando más vigilancia para que las prohibiciones no se hagan efectivas es cuando las dificultades a las que nos referimos emergen sin control.

Incluso hay quienes aventuran, por no decir defienden, la presencia de patrullas civiles de vigilancia. Si en pleno siglo XXI y en un país desarrollado como el nuestro, si se aceptan este tipo de controles populares nos preguntamos cuál será el siguiente paso.

Lugo tiene unas fuerzas de seguridad excelentes, que saben hacer bien su trabajo. Una labor que no consiste solo en la detención del malvado, sino en la prevención. El problema está en las voces alarmistas, muchas razonables que vienen del mismo núcleo del problema. Pero no como otras, como las políticas. Porque no suelen ser reales o sinceras. Y esto, supongo es lo más grave para este y otros casos que requieren de todo menos alarmismo.

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