Ana Pontón, la lideresa del Bloque, afirma que Feijóo "defraudó" al poner "los intereses de España" por encima de los gallegos. Creo que Gramsci tenía razón cuando afirmaba que para obtener el poder político hay que conquistar el poder culturar. El éxito, relativo, de los nacionalistas -y que no vengan con eso de los independentistas y de los otros- es un ejemplo de esta teoría.
Claro que la cultura a la que se refería el italiano no se aprende con el simple hecho de matricularse en una facultad, aunque sea de Ciencias Políticas. Esa cultura se gana con hechos, con la agitación social, no con frases hechas.
Pontón hacía esta estúpida afirmación el día en que Feijóo toma posesión como presidente de la Xunta -la tercera consecutiva por mayoría absoluta- y veinticuatro horas después del gran homenaje a Camilo Nogueira, sobre lo que unos pocos entienden como la "figura" transversal entre el nacionalismo y el Estatuto de 1981. Algún día habrá que contar lo acontecido, por ejemplo, en el despacho del entonces gobernador civil coruñés Gómez Aguerre -me refiero a los allí reunidos- y lo que se decidió sobre ese estatuto.
Los nacionalistas gallegos, como los de otras zonas de España, se han distinguido desde el principio por su estrategia a largo plazo, por planear sus acciones con los ojos puestos en las próximas generaciones, no en las próximas elecciones.
Una estrategia basada en el fraude histórico y político. Y, obviamente, la señora Pontón no es una excepción. Entre otras razones, porque la única actividad que se le conoce es esa: estudiar y aprender en catecismo nacionalista. Es el fruto de ese objetivo de esas "nuevas generaciones". Solo una pregunta: qué hacían los que "educaron" a Ana Pontón cuando otros luchaban por las libertades. Vivir bien.