El desgarramiento del PSOE no solo ha convulsionado la vida política española, sino que la fractura socialista augura aún más batallas en este conflicto en el que quien más pierde es el propio PSOE, pero también el país.
Antes de esta "guerra civil", los socialistas estaban infectados por un conocido mal crónico, del que el PSdeG presentaba síntomas letales contra su propia supervivencia. Y aun así siguió por el camino perdido. Por la senda a la que lo llevó su último líder. Pero el síntoma más letal fue la indiferencia ante la inestabilidad política a la que había contribuido el PSdeG en Galicia. Eso sí, sin pudor, argumentó que era para regenerar la política.
Una política que siguió practicando la gestora gallega, incluida la defensa partidista de Pilar Cancela hacia Pedro Sánchez. Es sabido que una gestora es el órgano de garantías individuales y colectivas para garantizar una reivindicación demócrata frente a los poderes absolutos. Cancela, además de aplicar esto último, carece de pudor político y "desafía" al sector crítico con permanecer al frente de la gestora.
Además de lo que está pasando en el seno del PSOE, Cancela desconoce uno de los principios básicos de la democracia: la dimisión. Porque la dimisión es el gran heroísmo del demócrata: abandona su cargo cuando considera que las circunstancias en el entorno a él son poco claras, o se le fuerza a la dimisión cuando se pone en duda su propia claridad. En este último caso, algo deberá hacer el PSdeG.
Porque si esta situación no se revierte y Cancela no cambia radicalmente su forma de querer hacer política, el PSdeG tendrá que utilizar todos los medios para ser un partido creíble y respetado en Galicia.