El fuego ha devastado más de 9.000 hectáreas este verano en Galicia. Pese a la amplia movilización de recursos técnicos y humanos, las condiciones climatológicas de altas temperaturas, fuertes vientos y baja humedad por la ausencia de lluvias en las últimas semanas ha dificultado el control de los múltiples incendios. De nuevo, estamos ante un fenómeno con un alto precio natural y medioambiental -afortunadamente, sin coste humano-, que se repite de forma sistemática cada año, la mayoría de las veces con origen en la imprudencia o la intencionalidad.
Lejos de pretender establecer culpabilidades, que es algo que le corresponde al juez, y al margen de que se confirme la imprudencia o la intencionalidad, es sabido que la mano del hombre está detrás del 91% de los incendios que se declaran, de los cuales el 40% se deben a imprudencias de las personas, por lo general en la quema de rastrojos, y el 51% restante a actuaciones criminales.
Estamos pues ante una situación en la que más de nueve de cada diez incendios son evitables por la sencilla razón de que en su origen está la mano del hombre. Y en casos concretos se sabe qué mano y la de qué hombre. La Justicia puede ser más justa en estos casos. Por eso tiene razón Feijóo en reprochar a los jueces de que solo haya un incendiario preso de los 42 detenidos.
Estaría bien que, dentro de la necesaria prudencia que se exige en la inculpación, quienes tienen esos hábitos al menos pudieran ver en ella una razón disuasoria. Y los jueces algo deben decir.