Una pareja de veinteañeros italianos, que llegaron a Fisterra como peregrinos, reconocieron ser los causantes de un incendio forestal que afectó ayer por la tarde al cabo Fisterra, justo en el entorno del faro, que fue bordeado por las llamas propagadas en algunos puntos hasta cerca del mar y que rodearon la pared de O Semáforo, el antiguo edificio de comunicaciones marítimas reconvertido en un hotel que está a punto de reabrir.
Los peregrinos implicados se fueron de la zona en un primer momento, después de que el vigilante municipal detectase el fuego aún inicial, pero se viese impotente para atajarlo. Sin embargo, en cuanto vieron la magnitud del fuego y el despliegue, con un helicóptero, dos motobombas y varias cuadrillas de brigadistas contra incendios, admitieron su responsabilidad. Ante las fuerzas de seguridad -había agentes de la Guardia Civil y la Policía Local- la joven, que rompió a llorar, explicó que había prendido fuego a una bota, siguiendo el tan arraigado como prohibido rito de quemar prendas al término del Camino, pero fue incapaz de aguantarla en la mano debido a la alta temperatura que alcanzaba y la tiró monte abajo. Las llamas se propagaron con rapidez por el entorno, mayormente poblazo de tojos, que después de las labores de extinción ofrecían un panorama de desolación en uno de los puntos más visitados de toda Galicia.
Este incidente, lejos de ser el único que se ha registrado en lo que va de verano, sigue a una larga lista de intentos de quemas, bien por desconocimiento o por saltarse de manera descarada los carteles de prohibición que lucen en el entorno. Sin embargo, ninguno de los otros pasó a mayores, porque, en algunos casos, los vigilantes contratados como novedad este verano por parte del Concello, lograron extinguir los conatos cuando apenas se habían iniciado; siempre en el que contexto de estas quemas simbólicas de prendas de peregrinos.