El Día de Galicia es como una mala recreación de lo galaico con los últimos tiempos de la República romana antes de su caía. De qué le vale a Santalices pedir ante el Apóstol por las víctimas del terrorismo y de las guerras; y a Feijóo, que prometer defender Galicia frente a quienes quieren repartirla en bandos. Se refiere el presidente, creo, a las víctimas colaterales de las libertades y las guerras por un terruño de los nuevos y viejos caciques.
La semejanza entre nuestros cofrades galaicos y aquellos republicanos romanos es real. Nacionalistas, independentistas y populistas, lejos de ver la situación por la que atraviesa el país, hacen lo que los romanos: crear una alianza “secreta” con la que intentar dominar la vida pública. Recordando lo que dijo Varrón sobre el triunvirato, en Galicia también nació “un monstruo de tres cabezas”, pero no tardó mucho en mostrar su debilidad y disputas internas por el poder, que es lo que le interesa.
Pese a la rivalidad existente entre los tres triunviratos galaicos por conseguir mayor cota de poder, la unión les fortalece frente a la falta de autoridad de un PSdeG a la deriva que, lejos de entender y aceptar cualquier iniciativa de responsabilidad, pretende hacer la guerra por su cuenta.
Y eso hace que el nuevo triunvirato esté obligado a entenderse, aunque sus intereses y motivaciones son muy distintos.