La crisis de la República romana obedeció a conflictos internos. Pero tampoco amainaron las amenazas de los enemigos eternos, frente a los que se forjó un implacable militar dispuesto a imponer su autoridad sobre sus rivales políticos aun a costa de la disolución de la República. Para nadie es un secreto que al PSOE y a su marca gallega, el PSdeG, le pasa lo mismo: una fractura entre plebeyos y patricios. Y la llegada de un nuevo Julio César, encarnado en la persona de Pedro Sánchez, que su obsesión por el poder lo llevará a destruir al PSOE.
Galicia no es ajena a este fenómeno, como lo atestiguan ejemplos recientes: el escándalo del cese de su último secretario general por motivos judiciales, el desprestigio de los socialistas que se echaron en manos de su enemigo eterno, el populismo de Podemos y las mareas, y las guerras internas por el poder.
Lo más deprimente, para quienes aún creen en el PSOE gallego, es que sean las refriegas internas las únicas novedades que ofrece a la ciudadanía un partido que de espirar a todo se ha quedado en nada.
Tal es así, que en esta precampaña de las autonómicas, los gallegos tendrán la oportunidad de constatar qué tan desprestigiado está el PSdeG. Y que allá por octubre será una buena oportunidad para saber en qué estado de salud se encuentra el PSOE gallego.
Para evitar una guerra civil, como la que enfrentó a Mario y Sila, el Partido Socialista debe actuar con energía para librarse del lastre que lo identifica como un partido acabado.