A lo largo de los tiempos existieron y existen muchas revoluciones. Incluso algunas curiosas, como las lideradas por revolucionarios que nunca trabajaron. Todos estos movimientos tienen un denominador común: programar purgas para hacer simples cambios cosméticos en su apariencia, pero en el fondo son una limpieza de sus propios intestinos.
Aunque parezca sorpresivo, siempre están preparadas en sus estrategias a fin de calmar los apetitos de los joviales líderes revolucionarios. Y esto también llega a la Galicia del siglo XXI.
Pues sí, aquí las tenemos. Con esa gallardía estalinista, muy de los años cincuenta del pasado siglo, la secretaria general de Podemos Galicia, Carmen Santos, firmó la purga de tres miembros de su buró político. Y todo porque la moderna proletaria no admite posturas enfrentadas a las suyas, y menos si los contestatarios son afines a la que fuera su rival en las "primarias telemáticas".
Primero fue el amago de pelea -al borde de llegar a las manos- entre diferentes clanes de estos nuevos revolucionarios y, como en los años cincuenta del pasado sigo, ahora llegan las purgas.
Paso a paso, Podemos va quedando al desnudo. La división dentro de la formación morada se escenifica claramente en tres ejes diferentes: el personal, el ideológico y el territorial. Y cada uno de ellos ha encendido pequeños fuegos que pueden causar un gran incendio. Pero Santos solo hace lo que ordena Iglesias, y las purgas van siempre en el paquete.