Después de una tediosa campaña electoral, hoy toca ir a votar. Mañana es otro día. Es el día que todos esperamos, de capacidad, de diálogo y, sobre todo, de responsabilidad para hacer que este país no permanezca más tiempo en el limbo. En ese "paraíso" en el que se han instalado unos políticos mediocres, incapaces de cumplir con el mandado del pueblo.
Por eso, el hastío ciudadano, el creciente desinterés general por esta "campaña bis" deberían hacer reflexionar a los políticos. Sus frases hechas, los memorizados monólogos, la pobreza de sus argumentos, las repugnantes descalificaciones de sus enemigos -porque así tratan a sus adversarios-, la patética y gratuita gestualidad, sus egos y su persistencia en el alejamiento posicional respecto a las inquietudes ciudadanas pueden provocar un alto índice de abstención, que es lo peor que podría ocurrir, haciendo bueno el dicho de que cualquier situación catastrófica es susceptible de agravarse.
No es ningún tópico decir que el 20-D será recordado como el mayor fracaso de la democracia en nuestro país. Por eso, no podemos consentir que el 26-J lo supere por la ineptitud de quienes salen al ruedo después de no haber conseguido aportar absolutamente nada nuevo.
La sociedad debe llevar hoy a las urnas su permanente tensión social y política, la ansiedad que genera el vacío de poder y la rebeldía contra una manera nauseabunda y partidista de entender y hacer la política. La inestabilidad política hace insostenible la situación y amenaza con agravarla. No votar es contribuir a ello. Mañana será otro día. Esperemos que no nos recuerden a los últimos de estos seis meses de incompetencia política. Porque si eso ocurre, nuestros políticos tienen que dedicarse a otra cosa. Aunque más de uno ya debería haberlo hecho hace mucho tiempo.