Por fin ya estamos en las últimas horas de la campaña para las legislativas del 26-J. De una campaña que ha durado más de seis meses. Los partidos políticos se han guardado para el último día, que se prevé decisivo, sus mejores armas para convencer al alto número de indecisos que, desde el CIS hasta las diferentes encuestas, muestran los sondeos electorales más reñidos de la democracia. En Galicia, como en el resto de España, las formaciones políticas cargan de ánimo esta recta final y ven progresión para ganar. Populares, socialistas, populistas, nacionalistas y hasta los centristas confían en poder reforzarse en estas últimas horas antes de la jornada de reflexión. Pero en la Comunidad gallega no han estado todos.
Ahora ya no valen los sondeos que dibujan un panorama de pactos complicados. Ahora todas las formaciones encaran esta recta final -a las pocas horas que faltan para la reflexión- con buenas perspectivas, pisando el acelerador para la conquista del voto útil.
Algunos han traído a sus líderes a Galicia; otros, sin embargo, los han guardado para mejores plazas. Incluso el mapa de España se ha dividido -o roto- en comunidades o regiones de primera y de segunda, según el objetivo del líder de cada formación y de las encuestas que le han "fabricado" los adversarios políticos.
La ausencia del "jefe único" de Podemos en Galicia ha sido una de las notas más destacadas de esta campaña. Un hecho que marca o confirma una distancia entre la formación podemita y las confluencias gallegas. Incluso se agrava con la "disidencia" de Xulio Ferreiro de sus "camaradas" gallegos. Porque el alcalde de Coruña, ausente en prácticamente toda la campaña electoral, ha preferido irse a Madrid para acompañar al "todopoderoso" Iglesias en el cierre de campaña que pedir el voto en la Comunidad gallega. Son significativos detalles de las distancias existentes entre Podemos y En Mares, coalición de la que la Marea Atlántica de Xulio Ferreiro se ha desmarcado.
Si es cierto que han estado en Galicia Mariano Rajoy y Pedro Sánchez. Pero tanto el presidente del Gobierno en funciones como el líder socialista han pisado el noroeste español solo para hacer la foto. El primero, pera decir que Pontevedra es su casa y que no es "persona non grata". El segundo, para hacer la foto en la única ciudad -Vigo- donde "mandan" los socialistas.
Tanto la visita de Rajoy como la de Sánchez son dos casos patéticos. El popular se paseó por la ciudad del Lérez como "desagravio" al tortazo propinado por un joven radical durante la campaña del 20-D. Y lo de Sánchez se puede interpretar como que los socialistas han asumido ya el peor de los presagios: que serán la tercera fuerza en Galicia.
Asumido este revés, el PSOE lo único que hizo durante esta campaña ha sido "lanzar" a su candidato a la presidencia de la Xunta en las elecciones autonómicas que se celebrarán este otoño. Porque más que el mensaje para las legislativas, los socialistas lo que han hecho ha sido promocionar a Xoaquín Fernández Leiceaga.
El BNG, como siempre. No acertó la formación frentista con el cambio en la portavocía nacional. Un hecho que ha quedado constatado durante esta campaña es que Ana Pontón no tiene recorrido, lo mismo que la formación nacionalista.
Ciudadanos, por su parte, comenzó con un lío monumental: el cambio de cabeza de cartel por Coruña. Un problema interno "grave" que, a día de hoy, no ha sido bien explicado y puede ser un contratiempo para la formación naranja este domingo. En todo caso, la formación que lidera Albert Rivera carece de estructura en Galicia y, lo que es más importante, de personas con un perfil político aceptable a corto plazo.
Pero la traca final y más fuerte de esta campaña ha estado en las filas del PP. Ministros en funciones y altos dirigentes del partido han estado un día sí y otro también en la Comunidad gallega hablando de programas y "cortando cintas". Y todo porque saben que el fortín del PP se puede venir abajo después del 26-J.
Por eso, el presidente de la Xunta ha sido el valor más activo de los populares en estas semanas de una campaña atípica. Pero Feijóo lo hizo más pensando más en las autonómicas de otoño que en las elecciones del domingo 26 de junio.