Coincidiendo con el arranque de la campaña del 26-J conocíamos el último barómetro del CIS, que viene a dibujar una nueva tendencia demoscópica: el mantenimiento del PP, el alza de las Mareas, que consolidan el ‘sorpasso’ a un PSdeG que pierde comba y a un Ciudadanos que manda al Bloque al banquillo de los reservas. Y todo ello apunta a que la suma de escaños del populismo, la izquierda desnortada y el nacionalismo dividido pueden repetirse en los comicios gallegos de otoño. Al menos que venga la sensatez, cosa rara, y que los populares pongan un poco más de empeño en la responsabilidad, también algo raro.
Y es que el barómetro del CIS se parece más a la crónica de un derbi entre un Celta que juega en Europa y un Deportivo, que de Europa se quedó a este lado del Pedrafita y que no acaba de coger ritmo para arreglar su caja.
El centro izquierda no es que retroceda en Galicia; es que su once no vale ni para jugar en regional. Y si en un futuro -porque ahora ya no hay tiempo de partido- quiere convencer, tiene que renovar el centro del campo. Es la única forma de hacer que el juego encandile a un público desilusionado. Porque la cuestión es convencer, no vencer.
Pero vaya usted a saber si la tendencia que nos dio el CIS no guarda relación con el hecho de que las figuras del postureo son las que salen mejor paradas. Aunque, eso sí, no sepan darle una patada al balón.