Ha llegado la hora de la verdad. Hemos visto como en la Cámara gallega arrancó la campaña electoral. Llega el momento de la estridencia, de la exageración, de las promesas y de todo lo que ustedes quieran. Porque estas elecciones -que son la segunda parte de aquel prostituido 20-D-, de una forma o de otra, serán absolutamente determinantes; serán unas de esas elecciones que se estudiarán en los libros de texto por ser la primera vez que desde la Transición los políticos se han vuelto locos. Si es que realmente estuvieron cuerdos en los últimos años.
El reto del PP será la de revalidar una victoria pírrica que, probablemente, no le valdrá para laurear a su césar Rajoy. La del PSOE la de no sufrir otro batacazo histórico. La de Ciudadanos la de convertirse en la fuerza renovadora del país e intentar ponerse a rueda del PSOE y coronar un difícil puerto de alta montaña con Albert Rivera, para ponerse el maillot de líder como futuro presidente Alberto; y Podemos, como los viejos filibusteros, la de intentar saquear Ferraz y finiquitar a una Izquierda Unida en la que desde hace tiempo habitan más señoritos que obreros. Los de las Mareas, convocar a sus círculos para que se apunten a los viajes de fin de semana que pagamos todos; y los del Bloque, reivindicar la Luna como la quinta provincia gallega.
En definitiva, empezó una campaña con muchos y mucho en juego. Una campaña que para bien o para mal marcará el futuro de nuestro país. Sino, dentro de otros seis meses, si nos dejan, volvemos a votar. Porque aquí tenemos de todos, menos vergüenza política.