El caso de las vacas muertas por abandono está convulsionando al medio rural y a la sociedad gallega en general. Tras conocerse la muerte de 24 reses muertas por abandono en una explotación en el municipio lucense de Chantada, se suman ahora 40 más en el concello de Friol. La Guardia Civil, más concretamente el Seprona, denunció a un vecino de este municipio por haber quemado los restos de cuarenta reses de su propiedad que fueron muriendo poco a poco de hambre y de distintas enfermedades. Según publica La Voz de Galicia, el dueño alega que no pudo alimentarlas ni atenderlas adecuadamente por la grave situación económica que atraviesa. Además, el Seprona también tuvo que actuar en Boiro para rescatar quince reses vacunas que se encontraban en muy mal estado en otro establo de la parroquia de Abanqueiro.
El ganadero de Friol declaró el jueves en el juzgado lucense y ahora espera que la Fiscalía formule la acusación. Según explicó ayer, la actuación del Seprona se produjo porque fue él quien informó sobre lo que hizo con sus reses después de que cuarenta murieran de forma paulatina, al parecer por no tener la alimentación que precisaban. Los últimos meses fueron desastrosos para el afectado, según declara. Relata que no pudo recuperar un aval que tenía depositado en una cooperativa; el precio de la leche empezó a bajar y la empresa no le pagó varios meses. Añade que el proveedor de piensos dejó de suministrarle comida por impago y que llegó un momento en que la situación afectó a la alimentación de las 88 vacas de su establo, en el que trabajaban tres personas, una de las cuales tuvo que abandonar por enfermedad.
Pudo enviar al matadero 23 y vendió a un tratante alrededor de una veintena. Las que quedaron en la granja fueron poco a poco "quedándose delgadas, secas, porque les faltaba pienso", dice el propietario. A medida que morían, las iba quemando en una finca. "Por cuestiones de salubridad, pienso que fue lo mejor que pude hacer, sin que molestara a nadie", señala el ganadero. Solo se salvó un toro que en los próximos días enviará al matadero.
La actual normativa obliga a los propietarios de reses muertas a comunicar la situación a una empresa de recogida, que retira los animales con cargo al seguro de la explotación. Sin embargo, el ganadero de Friol dijo que tampoco pudo pagar la cuota. Entonces ni se lo pensó y, a medida que las reses morían, las iba quemando. La Guardia Civil hizo fotos de los restos e investiga al ganadero.
Cuando ya no le quedaron reses en el establo, fue él quien comunicó lo que había hecho, como consecuencia de una situación "de desesperación". Reconoció que, al ver cómo su explotación desaparecía y no podía más, se le pasó por la cabeza quitarse la vida, porque creía que así nadie se habría enterado ni de su difícil situación, ni tampoco de que las vacas habían acabado calcinadas.
Según su versión, la venta de las reses que se salvaron le reportó pobres beneficios. Explica que no recuperó ni de lejos la inversión porque cada vaca le costó unos 1.800 euros. "Lo que me paso a mí -aseguró- va a seguir pasando. Por desgracia, no voy a ser el último).
En el municipio coruñés de Boiro, en la comarca de Barbanza, el Seprona también actuó ayer ante la denuncia presentada por la asociación protectora de animales Vox Ánima, tanto en la Fiscalía de Ribeira como en la propia Guardia Civil. Los agentes movilizados comprobaron el mal estado que presentaban las reses, y, según parece, es cuestión de días que se formalice la imputación por maltrato animal contra el propietario del ganado.
Lo más curioso de este caso, según informaron los propios denunciantes, es que Tragsa, empresa que se encarga de hacer controles de saneamiento al ganado, no denunció la situación en la que estaban estos animales a finales del 2015, cuando visitaron por última vez esta explotación particular.