El PSdeG aprobó un código ético que no es otra cosa que una regla de buena conducta para todos sus militantes y que implica, entre otras medidas, que quien vaya a ser juzgado por un delito por prevaricación debe dimitir e incluso perder su afiliación al partido.
Este código ético, que se ha convertido en bandera del PSdeG como partido transparente, regula el ejercicio de todos los militantes del PSOE, sean o no cargos institucionales. Entre otras cosas, ha sido elevado a los altares socialistas para evitar que delitos como la corrupción, el tráfico de influencias, la prevaricación y el cohecho, desaparezcan como práctica ya exclusivamente frecuente en la vida pública, así como también que la ciudadanía tenga razones para poner en tela de juicio la ejemplaridad de los políticos frente a los que se ha abierto un abismo de desconfianza.
Sin embargo, en el PSOE gallego se ha demostrado que existen dos varas de medir, y no a todos los militantes, ya sean cargos públicos u orgánicos del partido, se les aplica de la misma forma este código ético. Y menos cuando su secretario general está imputado por diez delitos muy graves. Y sigue ahí.
No es cierto que Besteiro tenga que sentarse en el banquillo para que se le aplique el código ético. Todo lo contrario. Un líder de un partido no tiene que esperar a que esto se produzca. En su caso, tiene que dar ejemplo y marcharse. Algo que internamente se le pide. Porque las responsabilidades van más allá de lo que exige el código ético.