Por si había alguna duda, la corrupción es el segundo problema, tras el paro, que más preocupa a los españoles. Lo dice la última encuesta del CIS. Y también, para aclarar dudas, la Fiscalía nos ha quitado la venda de los ojos: los delitos por corrupción social, económica y política aumentaron un 123% en Galicia en 2014. Los datos de 2015 no están elaborados, y eso que la Xunta gasta 10 millones al año para pagar a 183 altos cargos. Claro que los 828 delegados y liberados sindicales tienen un coste para las arcas públicas de 10,7 millones de euros.
Pues bien, por mucho que digan los políticos, una sola cosa queda en claro: los únicos que se benefician con la corrupción son los miembros del círculo áulico, cuyas fortunas han nacido sobre el empobrecimiento del pueblo, la destrucción de las instituciones, la manipulación de la voluntad popular, el manejo caprichoso de los bienes del Estado, el despilfarro del dinero público en concesiones demagógicas y populistas y la conversión de toda la administración pública en una gigantesca máquina electoralista.
Pero hay un hecho de capital importancia: toda la siniestra montaña de despropósitos acumulados por las diferentes administraciones no logra pasar desapercibida. Lo único que queda en claro es los sinvergüenzas ya no pueden engañar más al pueblo. Saben que política y socialmente están acabados, aunque alguno aspire a ser candidato a la Xunta.