Mientras las urnas advertían al PSOE que con ciertas cosas no se puede jugar, el aún secretario general de los socialistas sigue intentando por todos los medios convertirse en el próximo presidente del Gobierno. Y al coste que sea.
Porque, en el fondo, a Sánchez poco le preocupa esa línea roja con la que dice quiere advertir a la amalgama de organizaciones lideradas por Iglesias. No nos engañemos, el secretario general del PSOE quiere ser el próximo inquilino de La Moncloa. Entre otras razones, porque es la única alternativa que tiene para seguir al frente del socialismo español.
El otro problema es que las organizaciones territoriales del PSOE han quedado lastradas por esa estrambótica aventura de Sánchez. Un lastre que, en el caso de Galicia, puede llevar el PSdeG a convertirse en un partido residual dentro de esa amalgama de formaciones minoritarias.
Además de esa aventura personal y soberbia de Sánchez, el líder de los socialistas gallegos también está contribuyendo a la destrucción de su organización. Por una parte, está su imputación; y por otra, su afán de continuar con los pactos alcanzados tras las municipales con las mareas. Y es que Besteiro no se ha enterado que el verdadero enemigo del PSdeG está precisamente en Podemos y en sus marcas blancas.
Y esto es una muestra más de la situación de desvarío de un líder de papel, incapaz de poner orden en Galicia y de mantener un mismo discurso aunque solo sea para recomponer el PSdeG.