El Instituto Galego de Estatística ha vuelto a mostrar esa radiografía esperpéntica de la Galicia del siglo XXI, de la que los partidos, ahora en plena campaña electoral, no dicen nada ni hacen nada. Ni sienten vergüenza. Y aquí no hablamos de los ganaderos, cabreados por el bajo precio de la leche; de los trabajadores del naval, que se quejan de falta de carga de trabajo, o de otros colectivos, que reivindican mejoras para sus sectores, que empiezan a salir de la crisis. El IGE habla del otro sector: el de la pobreza y de los excluidos.
El drama afecta a más de 90.200 gallegos que alcanzan niveles de pobreza severa y casi 380.000, en situación de pobreza. Además de las 423.000 personas en riesgo de exclusión social por falta de ingresos, el IGE nos dice ahora que uno de cada cuatro hogares gallegos atraviesa una mala situación económica. A lo que habría que añadir los miles de niños que no reciben la atención necesaria. Y no solo eso, porque es que además estos colectivos carecen de las condiciones para un acceso fluido a los servicios sociales y se ven envueltos en entornos que dificultan la socialización de las personas en situación precaria.
Ante esto, es innegable la relación entre pobreza y fracaso de las políticas de los poderes públicos o, directamente, a ausencia de políticas para combatir la pobreza. La merma del subsidio del paro y, en general, los recortes de los servicios sociales no ha hecho más que agravar la situación. Pero algunos quieren ocultarla.