La disputa de los aeropuertos nos recuerda que no hemos salido del aldeanismo. Porque el localismo gallego goza de buena salud y se vende bien. Es rentable a corto plazo, no solo para los políticos; también para ciertos círculos que entran en esa batalla. Pero perjudica a la cohesión de Galicia tanto como el centralismo autonómico. Las principales ciudades de la comunidad practican intensamente la autocomplacencia, el victimismo, el agravio y otros vicios que nos empobrecen a todos.
La reciente reunión del comité de coordinación aeroportuaria, a la que asistieron los alcaldes de Santiago, Coruña y Vigo, ha servido para ver que el localismo aldeano sigue vigente en Galicia. Noriega censuró a Caballero por "comprar" vuelos con dinero público, y el regidor vigués cargó contra sus homólogos por entender que Lavacolla y Alvedro se benefician de las ayudas de las administraciones. La propia ministra Pastor admitió que el pasado año algunos billetes fueron subvencionados hasta con 200 euros con fondos públicos e ingenuamente, suponemos, se preguntó si estaban bien elegidos estos apoyos a las aerolíneas.
La Xunta podría hacer lo mismo en sus programas de ayuda: o son rentables o que se busquen la vida. Y lo mismo que para las compañías aéreas su puede decir para empresas que se quieran instalar en Galicia. Es cierto que hay que facilitar las cosas, pero con el dinero público no se juega, y menos para hacer política.