Desde hace años grandes empresas gallegas han abandonado la comunidad. Los motivos son de sobra conocidos: la venta a otros grupos afincados en diferentes lugares de la geografía española. Existe también la deslocalización empresarial, que ha optado por desplazar su producción fuera de Galicia.
En este caso supone que empresas, en su mayoría con beneficios, opten por marcharse con la única finalidad de ganar más dinero, sin pensar en las familias que dejan en el paro aquí, y sin que el Gobierno autonómico diga nada. Porque la mayoría de estas sociedades ha recibido subvenciones públicas.
Y es en este grupo en el que quiere integrarse el propietario de Leche Río, aunque disfrace la verdad.
Jesús Lence amenaza con trasladar una de sus plantas de producción a Madrid, porque, según el mayor empresario gallego del lácteo, es por culpa de las huelgas salvajes que sufre. Quizás tenga razón en que siempre hay energúmenos que se exceden y que nadie les frene. Pero el propio Lence ha sido objeto de innumerables críticas: desde prácticas abusivas a dejar de recoger leche a los productores.
Por eso, nadie se puede creer que Lence acuda a la deslocalización empresarial por las acciones salvajes de unos cuantos ganaderos. No. El dueño de Leche Río lo hace única y exclusivamente para ahorra costes y ganar más. Y, sobre todo, para superar el déficit que viene arrastrando el grupo, y que atribuye indirectamente a los impagos por parte de las cadenas de distribución.
Lence gestiona bien las gasolineras, que es lo suyo; pero no la leche, que dicen él la tiene mala. Si es así, mejor que se la lleve.