Se cumplen los primeros cien días de los nuevos gobiernos municipales. Cien días marcados por gestos y medidas más o menos grandilocuentes y polémicas con la que los alcaldes han querido dejar clara la impronta que pretenden dar a sus mandatos. Cien días en que los gobiernos populistas de las tres principales urbes coruñesas han quedado al descubierto. Estos tres municipios se han declarado ateos, porque así lo han decidido sus alcaldes. Han arremetido contra las instituciones, por capricho de sus alcaldes y, además, han boicoteado las acciones y obras más importantes de las tres ciudades.
Solo se han distinguido por una buena campaña de marketing, pagada con fondos públicos. Claro que para poder hacer lo que hicieron contaron con un socio de piedra. Porque no podrá decir el PSOE que la culpa es de la crispación provocada por la otra oposición o la deslealtad de esa oposición en asuntos vitales para la ciudadanía.
Poniendo a un lado otras valoraciones, las Mareas, marcas blancas de Podemos, han quedado sin argumentos para utilizarlos como coartada frente a la opinión pública. Por los demás, el periodo de prueba de los nuevos alcaldes y sus equipos no arrojan un saldo brillante. Algunos son todavía poco conocidos, otros han salido en los medios solo por sus errores y, los más, realizaron una gestión eclipsada por los embajadores de Iglesias, que centran sus acciones y debates públicos en primera persona. Confunden la gestión con el activismo político. Por eso, los de esta legislatura han sido los primeros cien días de cortesía más largos de nuestra democracia.