La evidencia de la pésima política sanitaria gallega salta a la vista en cualquier rincón de Galicia: no hay que salir a buscarla. Episodios como los del hospital de Lugo, los antigripales, el cierre de camas o el servicio de urgencia, hasta la esperpéntica improvisación en el traslado de pacientes para la puesta en marcha del nuevo centro hospitalario de Vigo, comprometen la salud y la integridad física de miles de gallegos.
La decisión de la Consellería de Sanidade de abrir, al coste que sea, el megahospital Álvaro Cunqueiro con "alguna alteración", como reconoce la propia consellería Rocío Mosquera, explica la errática política de la responsable de la sanidad gallega.
En un asunto tan sensible para la ciudadanía como es la salud, el presidente del Ejecutivo gallego debería tomar nota y cambiar el equivocado diagnóstico de la conselleira, de pésimas prácticas para gestionar el sistema sanitario público.
No es casualidad que la conselleira Mosquera esté siempre en el centro de las críticas de profesionales y pacientes. Por eso, Feijóo debería reconocer que la falta de conexión de la responsable de la sanidad gallega es un problema que va más allá de la acción política; es un problema que genera incertidumbre en la ciudadanía. Porque con la salud no se juega, y menos con la insensibilidad hacia el sufrimiento de los enfermos.