Ya está bien de tanto cruce de acusaciones y de calificativos bananeros. La actual presidenta de la Diputación de Lugo, Elena Candia, ha acusado, supuestamente claro, a su predecesor de que podría tener algo oculto de su etapa como presidente del ente provincial lucense.
La simple intención o la filtración de este tipo de denuncias veladas, si es que no existe algo punible, si debiera ser penable para la dirigente del PP por coquetear con denuncias públicas sin aportar ninguna prueba ni acudir a la justicia de haberlas. Porque cuando los argumentos son pobres o maliciosos se pueden convertir en calumnias y eso sí es un delito.
Lo grave de esto es que a los acusadores, como es el caso de la señora Candia, no se les exige presentar pruebas sobre la veracidad de supuestas denuncias de un rival político utilizando para ello los medios de comunicación, sin aportar si tales acusaciones tiene, por lo menos, una pizca de vedad.
Es admirable el trabajo que está haciendo Elena Candia gobernando en minoría la Diputación de Lugo y, sobre todo, con una gestión que puede servirle para levantar murallas y evitar una moción de censura. Claro que eso va en su trabajo. Pero las denuncias chapuceras y demagógicas nunca podrán destapar ollas podridas sin pruebas. Al contrario, los fogones merecen mucha atención para no correr el riesgo de quemarse.