Es evidente que por lo que oímos y vemos todos los días de la política y de otras clases sociales existen dos raseros o dos varas para aplicar o impartir justicia. Solo es cuestión de quien se trate.
Por supuesto que se niega rotundamente por parte de quien tiene que impartir justicia, ya sea un tribunal o la dirección de un partido político. Pero lo triste, penoso y vergonzoso es que esto esté asumido por la ciudadanía y por la militancia de los partidos. Porque, en ambos casos, es asumir el fraude ante los tratos de favor que tienen ciertos políticos o clanes sociales.
Quedamos atónitos ante la bochornosa costumbre que imponen los que mandan para tratar de diferenciar los casos que son investigados judicialmente. Es ahí donde entra el favoritismo. Porque a un imputado de ese círculo no se le puede aplicar el Código Ético mientras no llegue al segundo peldaño: el del juicio oral. Pero al alcalde de un pequeño pueblo, que además no cobra, sí.
Y todo esto es lo que vino a decir el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, sobre la imputación del líder del PSdeG. Porque Gómez Besteiro está libre de todo mientras no se siente en el banquillo. Algo que el propio Besteiro ha repetido hasta la saciedad: no verán a ningún socialista sentado en un banquillo.
Entre la semántica y la doble vara estamos listos, porque Besteiro que iba para senador y, a lo mejor, para candidato a la Xunta, puede que tenga que sentarse en el banquillo. Y ahí se acaba todo. Pero lo que no se entiende es esa reiterativa doble vara de Pedro Sánchez, que está convirtiendo el Código Ético en una perversidad. Una pena.