Pues nada. Antes de la boda ya hubo divorcio exprés entre PSOE y Lugonovo. Y todo por la pasta. Así son nuestros políticos.
Verán. La crisis no solo arrolló empresas, empleos de miles de gallegos, el sosiego de las familias y las esperanzas de futuro de incontables ciudadanos; también está poniendo en la picota la estructura del Estado y, cómo no, a los políticos. Hasta ahora, en la España de las autonomías había sido uno de los grandes aciertos de los constituyentes. Pero hoy hay cada vez más voces críticas, y todo por el derroche.
La vuelta a un Estado centralista y uniforme es la reacción emocional que dan muchos ciudadanos no tanto al Estado de las autonomías, sino a la multiplicación del gasto que ha supuesto la mala utilización de esta fórmula.
Pero ahora empiezan también las críticas a los ayuntamientos. Porque son demasiados, muy engordados y excesivamente endeudados. La sociedad cree que solo sirven para ser sangrados por unos políticos sin escrúpulos. Y de cómo sus excesos los pagamos todos.
Pues bien, la mayoría de los ciudadanos incluyen esos excesos en el gasto, el despilfarro y el saqueo. Pero sobre todo, en las dedicaciones exclusivas y en los amigos asesores. Porque esto fue lo que pasó en Lugo. La nueva formación que pedía transparencia y austeridad quiso colocar a sus tres camaradas con salario público. Y eso no es lo que votaron los lucenses. Pero ya saben. Cuando los salvapatrias tocan moqueta descubren su careta de oligarcas. Porque eso es lo que son.